Selección de textos y críticas de las exposiciones

 

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EN TU SOLEDAD

Texto de Santiago Martínez en el catálogo de la exposición “En tu soledad”

Galería Dasto. Oviedo. 2012

 

En tu Soledad

 

Un lugar indefinido, perdido en el horizonte,  punto  intermedio  en la superficie pictórica  y en el bronce duradero; ahí –en ese espacio indescriptible-, se encuentra la obra de Agustín García.

 

Su estilo oscila entre una sutil metafísica de  envolvente  halo y  una geometría  rítmica y austera. Paisajes estratigráficos de tímido y uniforme cromatismo, árboles solitarios que resisten a la intemperie reclamando nuestra atención,  protagonistas de este escenario que es la vida.  Naturaleza  despojada a punto de inundarnos con sus brotes de esperanza.

 

Obra íntima y reflexiva  que recuerda las palabras del artista Torres-García contestando a una pregunta  sobre  el momento de su creación: “Estoy  en la soledad luminosa y fecunda de la vida”.

 

Santiago Martínez Fernández

 

Profesor de Hª del Arte. Escuela de Arte de Oviedo

 

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"Cuarentavidascuarentapalabras"

Texto del autor

Exposición: Centro Valey de Castrillón y Galería de Arte Angel Cantero de León. 2013/14

 

         Soledad, silencio, color, ausencia, mirada, sueño, luna,

aroma,  reflexión,  miedo, atardecer, latido,  valor...  palabras

esenciales  en  la vida, en  estas  cuarenta vidas, en    estos 

cuarenta árboles. Árboles solitarios, iguales, pero diferentes,

muy diferentes. Cada uno son vida propia, singular, especial,

única...sienten, miran, perciben  de forma  distinta a los otros.

 

          Vidas  con  pasión, vidas con deseo, con  llanto, duda, 

esperanza,  intimidad,  música, calor,  poesía, belleza,  dolor, 

verdad, amor... cada  árbol  una vida, cada  vida una palabra.

 

         Cuarenta vidas, cuarenta palabras... amanecer, noche,

memoria,  dignidad,  viento,  caricia,  revolución, luz, tristeza,

ilusión, perdón, amistad, voluntad, libertad... palabras en  las

que buscarnos, vidas en las que encontrarnos.

          

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PAISAJE DE SENSACIONES

 

Crítica de Jaime Luis Martín en La Nueva España

Exposición: La imagen presentida. Galería Amaga. Avilés. 2009

 

El paisaje sigue siendo el argumento principal de la pintura de Agustín García (San Juan de los Montes, Burgos), un «anarquista pictórico», como él mismo se definió, miembro y fundador del grupo Panta Rei, que ha expuesto individualmente en la galería Dasto en Oviedo, en la galería de arte Ármaga en León y en la sala Picasso del centro cultural Caja Rural en Toledo, por citar las más significativas. 

Este artista deambula entre la renovación de la tradición paisajística y su compromiso con el paisaje histórico, como sucedía en la serie «Lágrimas rojas/Lágrimas negras» (2004). Entonces los campos se veían salpicados de imágenes de la Guerra Civil española o del sufrimiento anónimo en diversas partes del mundo. En esta visión el rastro de la muerte y el dolor impregnaba una tierra ocre y fragmentada. 


En la vertiente más formal, pero no menos interesante, Agustín ha sabido investigar en el paisaje teniendo siempre presente una mirada que se pierde en la orografía castellana, evocando a Díaz Caneja, pero con desplazamientos hacia la abstracción. Por otra parte, la experimentación ha evitado que su obra desemboque en delicadezas decorativas, afianzando revueltas intensas y emotivas. A este respecto, Javier Hernando ha señalado que el artista persigue «la representación de la esencia del paisaje, lo que le lleva a suprimir no sólo cualquier tipo de anécdota, lo que podría definirse como superestructura del paisaje: árboles, construcciones, seres vivos… sino también la imagen particular, reconocible, de lugares específicos». Una esencia que lo aleja de cualquier frivolidad paisajística para desembocar en procesos de síntesis y emotividad. Si pensamos en la banalidad del paisaje actual, llevado y traído por las industrias turísticas y del espectáculo, que ha desembocado en una terrible vulgarización, comprenderemos mejor la importancia de estos trabajos caracterizados por el despojamiento y el silencio. 


Por eso los paisajes de Agustín García, sobre todo aquéllos más radicales en los que reduce las referencias iconográficas o las simplifica en un solo motivo repetido, exploran la parte invisible del territorio; apartada la mirada de aquellos territorios vacíos y abandonados que ya no vemos, acostumbrados a un paisaje modelo y reconocible. En estos paisajes, aunque perviven signos figurativos, derivan hacia un armazón geométrico, racionalista, una cartografía determinada por la contención en el color, los lindes que delimitan la infinitud y la ausencia de la figura humana. Algunos elementos como los árboles, el sol y la luna perviven remarcando, como notas poéticas, un espacio compartimentado, definido por las líneas y las divisiones, unas estructuras que pueden recordar a Torres García en su representación esquemática de la realidad. 


Sus esculturas en bronce, que presentó por primera vez en el año 2008 en la galería Dasto, son un trasunto de sus paisajes pictóricos y, al igual que en ellos, la sobriedad representa la clave de estos trabajos. Pero lo que el artista busca, al margen de los materiales con que trabaja, es emocionar, que la obra haga sentir y no se quede en un mero ejercicio formalista, sino en una propuesta de sensaciones.

 

Jaime Luis Martín

Crítico de Arte

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MEMORIA DE OTRAS VIDAS

 

Crítica de Ángel Antonio Rodríguez  en El Comercio

Exposición: En tu soledad. Galería Dasto. Oviedo. 2012

Hay imágenes que hablan del espacio íntimo, más allá de la apariencia efímera de las cosas, fruto de un paisaje exterior o interior, una arquitectura o un instante. Hace diez años, en otra exposición de la galería ovetense Dasto, el burgalés Agustín García presentó sus primeros ‘Árboles’ como una referencia temática donde las piezas eran, antes que nada, evocaciones de una realidad tamizada, esencialmente plástica. Sus gamas ocres y sienas permitían entonces analizar su proceso técnico y desvelar sugerentes planos horizontales, que primaban sobre los verticales bajo un inteligente equilibrio cuya simbología evidenciaba el origen castellano de las escenas soñadas por el pintor. Un homenaje a la meseta y el paisaje esquemático, entre rasgados, geometrías, empastes y gestos que ofrecen delicadas lecturas, de un tiempo básicamente reflexivo.

 

Hoy Agustín García ha sublimado su actitud, atreviéndose a plasmarla, incluso, más allá del plano bidimensional, con una serie de esculturas recientes. Junto a varias pinturas, mantiene estos días en la galería Dasto ese feliz diálogo con el soporte, como inquietud fundamental, entre rítmicas disposiciones y certeras acotaciones. Son texturas humildes pero rotundas, dominadas por ese «lugar indefinido, perdido en el horizonte, punto intermedio en la superficie pictórica y el bronce duradero», que advierte Santigo Martínez en las palabras de presentación de esta exposición.

 

Árboles solitarios que, una vez más, hablan del tiempo detenido. bajo su mirada aparentemente fugaz. Lugares descontextualizados que trascienden a sí mismos, metáforas de una escenografía, juegos visuales, secretos que invitan a la contemplación pausada. Imágenes capaces de hacer bailar las sombras, que reproducen la experiencia de estar vivos desechando la idea de una memoria banal. Secuencias que reconstruyen la nostalgia colectiva y la convierten en un conjunto de temporalidades y experiencias cruzadas. Fricciones, diálogos, encuentros que generan nuevos e imprevistos itinerarios entre lo visible y lo invisible.

Ángel Antonio Rodríguez

 

Crítico de Arte

 

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PAISAJES DE SAN AGUSTÍN

 

Crítica de Luis Feás Costilla en La Voz de Asturias

Exposición: La imagen presentida. Oviedo. 2008

 

San Agustín creía, como el resto de los pensadores cristianos, que la belleza natural, sensible, no es contemplada por los sentidos, sino por el espíritu, como símbolo de la belleza divina. Más que por su brillo o por su fulgor radiante, el sol ha de ser admirado como símbolo de la luz divina, puesto que la belleza física de un paisaje tiene valor por haber sido creada por Dios, pero no es más que un reflejo de la belleza suprema, que es Dios mismo. De todas maneras, Dios, el artista del universo, es autor de bellezas insuperables, y la naturaleza de los seres creados por Él sería en cualquier caso más completa, más rica y más perfecta que la belleza de las más hermosas obras de arte. El cristianismo ensalza la belleza de las obras de arte hechas por el hombre, pero considera superior la belleza natural, si bien concede que el arte ha de revelar y poner de manifiesto la belleza que se encuentra en la naturaleza. Agustín de Hipona intuía ya el hermanamiento de la naturaleza y el arte en la belleza, puesto que, en cierto sentido, el arte también sería naturaleza, e incluso “obra indirecta” de Dios.
Al igual que su santo tocayo, Agustín García parece intuir que en los bellos paisajes que pinta hay algo más, no desde luego trascendente, ni divino, pero que sí que va más allá de lo que puede ser un ingenuo sol calentando inclemente la árida meseta castellana. La función propia de la imagen sensible es la de hacer “visible lo invisible”, como decía otro santo varón, Juan Damasceno, patrón de los pintores, en sentencia afortunada que más adelante repetiría Paul Klee, artista suizo al que tanto debe Agustín García, que coincide con ellos en que una imagen pictórica no puede quedar reducida a sí misma. Los despojados paisajes de este pintor burgalés residente en Oviedo, de materia nada brillante, colores apagados, texturas enceradas y composiciones reticulares, que ahora amplían su campo a pequeñas esculturas en bronce con los mismos signos y estratos, expresan en realidad un sentido homenaje al hombre, ausente pero presente, roturador de cultivos y espalda mojada bajo el sol abrasador. El hombre es, dicen los creyentes, la obra maestra de Dios, y Agustín García pone todo su empeño en denunciar también el maltrato y la injusticia a los que se ve sometido, su sudor, sus lágrimas y su intento desesperado de sortear fronteras, aunque le vaya la vida en ello.

 

Luis Feás Costilla

Crítico de Arte

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LA IMAGEN PRESENTIDA

 

Texto de Adelino García en  el catálogo de la exposición La imagen presentida

Galería Dasto. Oviedo. 2008

 

"Lágrimas rojas-Lágrimas negras" estas palabras daban título a la última exposición que Agustín García realizó en la galería Dasto. Cuatro años más tarde regresa de nuevo ofreciéndonos otro pedazo de su universo creativo particular.

 

Contemplando los paisajes de este artista burgalés afincado en Oviedo, nunca ha de buscarse en ellos una realidad mimética, como Matisse y sus retratos de mujeres con caras verdes. Nada es como se ve, sino como el artista lo ve.

 

Siguiendo el concepto de estética formal presente en obras anteriores, principalmente las de la serie "Árboles",  este artista, de origen castellano, continúa reproduciendo el paisaje como tema recurrente dentro de su producción artística. El paisaje, que nos muestra, está profundamente marcado por la simplicidad, la ausencia de cualquier elemento gratuito que convierta en anecdótico el conjunto de la imagen. No hay lugar a la perspectiva, lo que proporciona una sensación de dureza visual que en ocasiones se acerca a lo naïf.

 

Anteriormente, la gama de colores se había centrado principalmente en colores tierra y amarillos, colores que deben vincularse a los vistos durante su niñez en su Castilla natal. Pero en este caso, la gama cromática se torna hacia los blancos.

 

La ausencia de la figura humana tan solo sugerida por la construcción de pequeñas casas, impregna a estos paisajes de una cierta carga de desolación. Algunas de las piezas, como "Tierra Aratsa” o "Castilla", parten de imágenes aéreas, como cuando desde un avión vemos la tierra convertida en una gran alfombra compuesta por retículas irregulares pero estrictamente compartimentadas.

 

Por otro lado, junto al paisaje destaca otra vertiente temática presente en el ideario de Agustín García. El arte como herramienta de lucha política y de denuncia social, sobre la que ya había trabajado en creaciones anteriores, como la serie que bajo el título "Lágrimas rojas / lágrimas negras" presentó a finales del 2005. 

 

Por entonces se nos hablaba del problema de la memoria histórica y la obligación moral de no olvidar como única medida para no volver a caer en los errores cometidos, la situación de Palestina, o el papel de la mujer en muchos países musulmanes.

 

Ahora, con una estética ingenuista, pero no por ello menos dolorosa, repite el dibujo esquemático de una patera. Realidad que, aunque se nos repite de manera continuada, lucha por no convertirse en algo cotidiano y, por tanto, sin importancia. La forma en que distribuye las imágenes en pequeños compartimentos estancos hace que su obra se relacione con la del pintor Paul Klee.

 

Adelino García Sánchez

Historiador del arte

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ARTIZAR EL DOLOR

 

Crítica de Rubén Suárez en La Nueva España.

Exposición : Lágrimas rojas/Lágrimas negra. Galería Dasto. Oviedo. 2004

 

No es Agustín García un artista de muchas exposiciones individuales, aunque sí suele estar presente en bastantes colectivas y es frecuente su participación en certámenes de pintura, con éxito. En cuanto a las muestras personales, hay que remontarse al 2001, en esta misma galería, y son muy poco frecuentes en su trayectoria que iniciara en 1990 en la ya desaparecida Hierro y Azul de Oviedo. Puede que sea esto debido a que Agustín García es un pintor de los que, sin prisas ni ansiedades que le desestabilicen, procura profundizar en su obra, hacerse más consciente de ella en una aspiración de concentración y depuración  que está al margen de sugestiones ajenas, aquellas que no partan de sus propios presupuestos intelectuales y plásticos.

 

En 1992 realizaba el pintor una de sus primeras muestras, en la galería Amaga de Avilés, que titulaba “El color de la música”, y ya entonces nos hablaba su obra de ese interés por la reflexión creativa y la preocupación por introducir en ella una dimensión conceptual pero enraizada en la propia materia  pictórica, con “ventanas” en la composición, en aquella ocasión aún de forma un poco confusa, que ahora se confirma  con el perfeccionamiento formal que el tiempo ha hecho posible.

 

“Lagrimas negras”, “Mujeres sin rostro”, “Esperando el dolor”… los títulos nos alertan ya de ese premeditado tratamiento conceptual que el pintor no abandona. En esta ocasión, ese mensaje viene determinado por la utilización de fotografías periodísticas, testimonios de realidades muy concretas, que, sin embargo, ocupan un espacio muy reducido en el contexto plenamente pictórico que domina la composición de la obra, lo que no enfría, pero sí mitiga, al estetizarlo, la dureza del documento. Arte e información, como denuncia y comentario de actualidad, se suman en superficies a menudo cuadriculadas y otras veces espacialmente abiertas al azar del color y la mancha, con un tratamiento de parafina o de pasta de óleo. De tal modo que la geometría y el lirismo rodean, encapsulan y alguna vez invaden, como las acertadas pinceladas rojas  en las mujeres sin rostro, el núcleo  de lo fotográfico, la abrumadora pesadumbre del concepto. Ésa es la singularidad  de este pintor que pienso que debería quizás abandonar lo que no sé si serán precauciones en cuanto a la limitación de formatos y planteamientos, desatarse y no renunciar a la audacia, porque su obra ha madurado ya para ello.

 

Rubén Suárez

Crítico de arte

 

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    TAXONOMÍA DE SENSACIONES

    Crítica de Javier Hernando en La Crónica de León.

     Exposición en la Galería Ármaga. León. 2004

 

  La representación del paisaje mesetario bajo unos parámetros constructivistas, ha venido constituyendo desde hace tiempo el quehacer pictórico de Agustín García. Podría decirse por tanto que su obra prolongaba, desde nuevas perspectivas, aquella orientación paisajística castellana que iniciara Alberto y consolidaran primero Caneja y después Cuadrado Lomas. La esencialidad compositiva lleva casi implícita  una desembocadura abstracta; los dos maestros citados han estado al borde de la misma; Agustín García se ha sumergido en ella.

 

 En efecto, ya desde hace unos años el plano de color que había venido definiendo la superficie terrestre, se había convertido, en un estricto campo cromático sobre el que se agrupaban algunas líneas, generalmente paralelas, que todavía seguían representando iconos inscritos en el paisaje. El proceso de simplificación los había convertido ya en puros signos plásticos, aunque aún pervive en algunos casos el signo figurativo, como la casita que se erige en protagonista del paisaje y da forma a la obra más exquisita de la muestra: un díptico que contrapone lleno y vacío. El paisaje se había convertido por tanto en forma plástica. Ahora esos mismos signos recubren sistemáticamente mediante incisiones la capa pictórica; son verdaderas heridas en la piel de la pintura. Agustín García rompe la superficie, que es materia densa, no lienzo, para mostrarnos la compactibilidad de la pintura; hay profundidad y no vacío espacial, como en Fontana. Y precisamente ese interés por la profundidad matérica se consolida en otras obras cuya superficie está sustentada en la cera. De nuevo las fisuras, aunque ahora desde su interior tiene lugar una sutil supuración que tiñe con cierta vaporosidad el exterior del corte, generando formas de carácter expansivo.

 

 Por otra parte la compartimentación del paisaje, interpretación libre de las lindes que dividen el campo, ha sido trasladada de una manera sistemática a las nuevas composiciones, de manera que la superficie se ha convertido en una especie de damero, en un auténtico contenedor de repertorios diversos: de lágrimas, de atardeceres… como si el artista hubiera decidido establecer imaginarias agrupaciones de acontecimientos o de sentimientos. Es otra forma de paisaje que exige  una sistematización formal, un riguroso orden compositivo. Así la estructura geométrica de aquella incentiva y contiene la energía poética de cada uno de estos acontecimientos, de cada una de aquellas acciones capturadas. Toda una taxonomía de sensaciones.

 

 Javier Hernando

 catedrático de Historia del Arte.

 

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LA GEOMETRÍA DEL DOLOR

Texto de Miguel Solís Santos en el catalogo de “Lágrimas Rojas/Lágrimas negras”

Galería Dasto. Oviedo. 2004

 

Con la presente obra, Agustín nos adentra en el mundo de la injusticia, del sufrimiento y de las lágrimas, nos hace visible el dolor a través de su arte.

El sufrimiento subyace bajo la apariencia formal de su lenguaje pictórico de tonos sosegados -sin estridencias-, de su arquitectura sencilla y contradictoriamente amable, por lo que el mensaje que se manifiesta a través de esta gentil geometría refuerza la expresión desesperada de las víctimas de las guerras, de los golpes de estado o de las mujeres sin mínimos derechos civiles.

La geometría de Agustín transmite dolor, precisamente por colocar los gritos sin eco de la Humanidad como protagonistas de sus cuadros.

El contraste entre las gamas ocres, cálidas y suaves, las líneas rectas y cabales, y la mirada sin ojos de las mujeres afganas, el aliento sin vida de los masacrados en cualquier guerra o el hongo letal de una gran bomba forman una antítesis que nos aproxima inconscientemente a la repulsa de esa violencia silenciosa en la que nos introduce esta obra pictórica.

Delacroix en su celebérrima Matanza de Jíos nos muestra en toda su crudeza romántica la crueldad humana, con su arte descriptivo y morboso nos lleva a pasear la mirada por un lienzo lleno de cuerpos agonizantes y retorcidos, impotentes ante la inexorable masacre. El lenguaje empleado por Agustín, sin embargo, nos aproxima a una reflexión sosegada ante tanto horror condensado en las lágrimas resecas que claman desde sus tablas.

Decía Klee que el Arte no expresa lo que se ve, más bien, hace visible las cosas. De esta filosofía emana el impulso creador de Agustín. Nos hace sentir de modo sutil la soledad, el dolor, la tristeza de las guerras, de la injusticia; que en fondo no es más que el grito de la Humanidad completa, aferrada inexorablemente a su ecosistema-cárcel del que no puede liberarse. La técnica abstracta de esta visión existencial empleada por el autor, se acerca a la idea revolucionaria empleada por Klee; de este modo el espectador al enfrentarse a esta obra pasa de ser observador pasivo a compartir la náusea que nos muestra subliminalmente el pintor, cumpliendo así el aforismo kleeniano de que el Arte hace visibles las cosas; el artista sólo indica el camino de esta experimentación.

Al sufrir simpáticamente el mensaje semioculto tras la formalidad geométrica, éste se amplifica y nos obliga a una profunda reflexión sobre nuestra propia naturaleza.

El lenguaje abstracto nos sume en abismos de violencia que aparentemente no vemos, pero que están ahí ocultos tras esta forma de visión subliminal y estereoscópica.

Sin embargo, a pesar de este código, la obra aquí expuesta, en ningún momento renuncia totalmente a una realidad objetiva, ya que el autor llena sus telas de imágenes sugerentes, como si se tratase de un retablo personal, donde se refleja una realidad trágica e inquietante.

En esta muestra pictórica, el artista desarrolla aún más allá un mundo –su mundo- de figuras planas de geometría simple, que en conjunto conforman un edificio complejo, de cromatismo térreo, conscientemente duro, que sirve de mortaja a unas crudas y nítidas imágenes fotográficas en blanco y negro que rompen la paleta de ocres castellanos de atardecer, como las plomizas nubes de tormenta del Paisaje de Toledo del Greco que sirven de contrapunto y antítesis a la fantasmagórica ciudad, que asemeja una arcillosa calavera ceñida por el Tajo.

Agustín García a través de su obra denuncia el mundo de violencia que nos rodea, pero su grito no es estridente, es un profundo y sordo suspiro que sale de sus pinceles, como no podría ser de otro modo por la propia naturaleza de su lenguaje contenido. Su estilo tiene sus propias reglas, a la vez descarnadas y sugerentes. Así, el dolor de las mujeres de la sociedad talibán es cómplice de su temible aislamiento, de su negación como seres humanos. Las afganas se presentan ante nuestra mirada encarceladas en sus burkas y, además, enmudecidas en una infinita cárcel monócroma de pigmento que se extiende y expande ilimitadamente más allá del espacio físico del cuadro, evitando cualquier referencia externa.

En la obra como lluvia, el pintor encorseta con un trazo rectangular relleno de puntos sanguinolentos esa cárcel monócroma ilimitada al presentarnos el dolor palestino como sufrimiento cerrado, agónico y asimétrico.

Con el cuadriculado estructural del resto de sus trabajos, Agustín ensaya de nuevo su propia manera de ver el dolor colectivo, huyendo de los anteriores escenarios ilimitados, sin referencia, y torna a ser arquitecto de una abstracción formal más en consonancia con su obra anterior. La guerra civil, los golpes de estado o, en general, las miserias de la Humanidad entran a formar parte de este lúgubre teatro que exhibe con un arte mucho más cerebral que visceral el verdadero sentido de las lágrimas.

   Miguel Solís Santos

   Escritor

 

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LÁGRIMAS ROJAS/LÁGRIMAS NEGRAS

Texto de Tete Bonilla en el catalogo de “Lágrimas Rojas/Lágrimas negras”

Galería Dasto. Oviedo. 2004

 

¿Qué vemos?. Un hombre solo, frenado en su carrera por una pequeña masa de plomo incandescente. Cae, y con él su fusil. Su ropa clara contrasta con el tono  oscuro del correaje.

Todo empezó en Cerro Muriano.

Así fue para Agustín, y así llegó hasta esta exposición.

¿Qué no vemos?. Otro hombre, excitado tal vez, temeroso tal vez. Apretó el gatillo y consumó el fratricidio.

Lágrimas rojas.

¿Solos?. No. Lo más penoso de la guerra es que los otros son necesarios para que se cumpla su funesto objetivo.

¿Qué pasó en el entonces en el que aún no vivíamos?

¿Qué sucede allí donde no estamos?.

 Casi siempre alguien  se ocupa de recoger los hechos. Todavía hay hombres y mujeres que se empeñan en que nada quede sin contar.

En el frente, entre el abatido y el tirador, un fotógrafo.

El Tercer Hombre de Agustín. El testigo de cargo.

 La instantánea de Robert Capa en la Guerra Civil española es  uno de los iconos de un siglo que se aleja en el tiempo y se alarga en sus horrores. Esa reseña, en blanco y negro, de la muerte aún cumple su misión de remover conciencias.

Fosas comunes en las que se amontonan los restos de hombres y mujeres, que algún día tuvieron un nombre. Esos panteones de barro condujeron a nuestro pintor hasta Cerro Muriano, ¿o fue al revés?.  Recuperación de la Memoria Histórica

¿Cómo pude ser anónima una muerte?

Compromiso

Necesidad vital de sumarse a una causa común, de increpar, de clamar por la justicia social.

Lágrimas negras.

Junto al miliciano colocó a otros: anónimos, firmes, abstractos hasta el límite. Cada uno con su espacio, repartiéndose el panel.

Agustín admira a los reporteros gráficos, ellos ven por nosotros, cargan con su  cámara y nos allegan la desesperanza, la ira, el temor, la miseria...y, a veces, algunas veces, cuando el mundo les deja, también a sus antónimos.

A nuestro artista le importa el hecho. Utiliza la fotografía como un salvoconducto para atravesar el espejo y comprobar que el mundo no es un espacio como el de Alicia y su onírico país.

Despoja a la instantánea de todo lo que para el es superfluo y juega con nosotros tumbándonos en un diván. Nos lanza una imagen y hemos de responder con lo primero que se nos pase por la cabeza.

Bigote... dictador

Botas...opresión

Patera...esperanza

Y así hasta que se agota el inquietante recorrido ante sus cuadros, en los que , a pesar de todo, trata de integrar la estética de la tranquilidad y el orden.

Las lágrimas son incoloras, eso las hace más insoportables.

Tiene miedo de parecer disperso y no se percata de que ha dejado clara la idea fuerza; aquella que manda en la información.

El periodista está condenado a comprimir la realidad utilizando un número tasado de palabras. Un reportero gráfico ha de poner a buen recaudo la historia.

Agustín aprovecha únicamente trozos, retazos, para tratar de expandirse más allá de la frontera que señala cada marco.

Treinta artículos fueron precisos para la proclama de las Naciones Unidas que recoge la Declaración de los derechos Humanos.

Treinta monedas que malgastamos mientras pervertimos palabras como dignidad o derecho.

Mientras tanto, siempre habrá un David que utilice su honda o un lancero polaco que cargue desesperado contra un Panzer.

 

    Tete Bonilla

    Redactor de RNE

 

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 UN CUADRO QUE NECESITA SER EXPLICADO, ES UN CUADRO SIN VIDA», AFIRMA

Agustín García expone su obra más intimista en la galería Ármaga

Crítica de Marcelino Cuevas - Diario de León 2004

 Este pintor asturiano llegó a León en 1999 y triunfó, consiguió la extraordinaria gesta de vender en sólo unas horas su exposición completa, cuadros que sirvieron para la decoración de un lujoso restaurante. A Agustín García no le pareció demasiado bien que un solo comprador se llevara sus trabajos, pero la economía es exigente consejera. Hora, casi cinco años después, regresa con otra muestra de su interesante trabajo. Recuerda el artista que aquellos cuadros del 99 pertenecían a la tercera etapa de su carrera, primero habían pasado los capítulos, Fósiles y Del mar y el tiempo, donde se limitó a realizar el papel de mediador entre la naturaleza y el cuadro, empleando, incluso, restos fosilizados. Llegaría después el momento que comentamos, Paisajes dormidos, « en la que expuse paisajes elementales que aprovechaban los recursos de la abstracción para mostrarse al espectador, en espera de su mirada y así despertar y recobrar la vida. A continuación y enlazando con lo anterior llegó la época de Árboles, donde los paisajes se hicieron más esenciales». Y así llegamos a su exposición de estos días en la galería de arte Ármaga, en la que «a diferencia de las anteriores, creo que los cuadros tienen una visión más personal, más íntima e instintiva. Posiblemente también contengan una comunicación más difícil con el espectador al estar más despojados y conservar sólo lo esencial, pero creo que cuando la comunicación se produce esta es más intensa. Espero que el resultado final sea el de cuadros que existan por sí mismos y que cuando comuniquen lo hagan con plenitud, que produzcan alguna emoción». El diálogo del artista Lo más importante para Agustín García es la comunicación. «La diferencia entre los artistas estriba en lo que quieres comunicar y en los recursos que utilizas para hacerlo. Esta cadena de comunicación tiene una primera parte que es el diálogo del artista con su obra, en el intento de expresar con plena libertad los recursos de una serie de emociones o sensaciones». Añade que «es un diálogo semejante al que se establece entre las personas, existen momentos en los que la comunicación es fácil y fluye de una manera espontánea, y en otras ocasiones surgen barreras casi infranqueables. Por eso es siempre muy importante el estado anímico del pintor, pintar no es un trabajo mecánico que se pueda realizar independientemente del estado de ánimo de quien lo realiza». En cuanto a la realidad de sus cuadros, Agustín García piensa que, «un cuadro debe expresarse por sí mismo, aunque comunique cosas muy diferentes a cada uno de los espectadores que lo contemplen». «El autor solamente debe dar algunas claves de sus intenciones al crearlo. Un cuadro que necesita ser explicado es un cuadro sin vida. Incluso, en ocasiones, las obras a las que has transmitido parte de tu mundo interno llegan a sorprenderte y acabas viendo en ellos cosas que no habías imaginado, sugerencias nuevas que demuestran que son algo vivo, seres que han nacido con tu ayuda, pero que llegan a ser independientes y se expresan por sí mismos. Puedes aprender muchas cosas siendo espectador de tus propios cuadros».

 

Marcelino Cuevas

Crítico de arte

 

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 LA MESETA SIMBÓLICA DE AGUSTÍN GARCÍA

Crítica de Ángel Antonio Rodríguez  en El Comercio

Exposición: ÁRBOLES.

Galería Dasto. Oviedo. 2001

 

 

La Galería ovetense Dasto expone, hasta el 3 de abril, la obra reciente del pintor burgalés Agustín García, integrado en el circuito asturiano de los últimos años como miembro del grupo artístico Panta Rei. Sus trabajos que pudimos conocer en la última edición de La Carbonera, apuntan a una pintura sintética, inspirada en la naturaleza y despojada de anécdotas.

            El título elegido para esta exposición –Árboles- señala las referencias temáticas de las piezas que, no obstante, ofrecen soluciones cuya virtud  fundamental es el hecho pictórico, dominado por gamas ocres y sienas que permiten analizar muy bien el proceso técnico empleado. En composiciones donde el plano horizontal se erige en protagonista, el formato vertical estructura los cuadros, bajo un inteligente y sutil equilibrio. Esa simbología evidencia el origen castellano de las escenas soñadas y sintetizadas por Agustín García, que parece homenajear a la meseta con esa ética apasionada por el paisaje esquemático, que también ha movido a otros autores, como Díaz Caneja o Alejandro Mieres, cada uno a su manera pero siempre fieles a la tierra y a la pintura.

            Más cerca de las tablas y los lienzos, el espectador debe tomar contacto con cada centímetro de materia. Rasgados, empastes y gesto proporcionan aquí nuevas lecturas acerca del tiempo reflexivo del pintor, que se manifiesta felizmente paciente. Las geometrías, con sus árboles-signo y sus rítmicas disposiciones; las acotaciones, que enmarcan espacios dentro de la textura como en los mejores trabajos de Hernández Pijuán; los soles, expresados con la frescura de un niño, y la libertad expresiva, configuran una positiva manera de afrontar la pintura, huyendo de cualquier pretexto capaz de enmascarar el objetivo de la obra. Así, el diálogo sobre el soporte fluye como el interés fundamental de Agustín García, al que Javier Hernando define en el catálogo como un “paisajista puro” que reitera una y otra vez un mismo fragmento de naturaleza, buscando sus verdades

 

Angel Antonio Rodríguez

Crítico de arte

 

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ÁRBOLES

Crítica de Ana Fernández en EL CULTURAL, EL MUNDO.

Exposición: Árboles. Galería Dasto. Oviedo

21 de Marzo de 2001





La exposición de Agustín García (San Juan del Monte, Burgos) presenta en la inquieta sala Dasto unos paisajes castellanos sometidos a un proceso sintetizador y emotivo que indican su solidez en la pintura. Miembro fundador del grupo Panta Rei, su obra ha transcurrido por los derroteros de la armonía, las asociaciones poéticas y los valores texturales. Pero es ahora, con el paisaje meseteño, cuando esas cualidades han cuajado. La veintena larga de cuadros de buen tamaño son retazos de una naturaleza infinita, que miniaturiza y despoja de lo anecdótico. Se resuelven con planos entonados, dispuestos con una suavidad que diríamos femenina. Las lejanías se acercan, se acortan los trazos cada vez más mínimos de los árboles, erguidos en la horizontalidad del campo. Incluso éstos logran su propia autonomía con incisiones mínimas, aunando geometría y textura en un todo indisociable que revierte en la idea de solidificación del espacio. Por otra parte, las treinta obras de pequeño tamaño conforman una original composición redundante en el motivo arbóreo, que logra aislar los elementos como signos autónomos de la existencia eterna del silencioso paisaje castellano.

 

Ana Fernández.

Profesora de Historia del Arte

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LOS PAISAJES DORMIDOS DE AGUSTÍN GARCÍA

Texto de Ana Fernández en el catálogo de la exposición PAISAJES DORMIDOS

Galería Ármaga. León. 1999

 

Agustín García, artista integrante del grupo asturiano Panta Rei, presenta ahora una nueva serie de obras en las que trata varios temas paisajísticos (castellanos y portuarios fundamentalmente), desde una óptica que en parte continua sus anteriores trabajos acerca de los fósiles. Como entonces, sus cuadros se acercan ala naturaleza a través de una insinuación de su presencia. Son lo que él denomina como “paisajes dormidos”, de percepción aletargada, pues esperan que la vista del espectador termine  de definirlos. Se insinúa una presencia, que es a la vez existencia y experiencia. Las llanuras castellanas o las arboledas dispuestas rítmicamente  se sintetizan en ritmos de marcada orientación geométrica. No pueden por menos que evocarnos la rotundidad de formas de los paisajes meseteños  de Vaquero Palacios o de Benjamín Palencia, pues en ambas existe una inspiración - que no mímesis - con la realidad, una realidad entrevista, soñada, reinterpretada.

 

            Unas veces el paisaje es un recuerdo rasgado en una superficie modulada de finas cuadrículas o una tenue alusión a sus formas (como sucede en el tema castreño), para evitar lo obvio y obligar al espectador a estrujar  sus referencias visuales para encontrar la esencia, que es real, pero que trasciende esa realidad buscando nuevas experiencias visuales.

 

            Muy interesantes son también las escenas portuarias, con una idéntica limpieza de trazos y formulación sencilla. En todas estas obras es preciso tocar la superficie, sentir con los dedos la rugosidad o tersura de las texturas, notar la dirección de las raspaduras, para completar con otras percepciones el sentido real de las obras.

 

            Otra de las características de la obra de Agustín García - que define sin duda toda su trayectoria – es la economía cromática aparente. Aparente pues esconde una sabia elección de las tonalidades para lograr un efecto de armonía sutil, en la que no existen estridencias de color, que pueden minimizar la geometría contenida de los cuadros y las conseguidas texturas que completan la forma y la valoración tonal.

 

            Es una obra, la que aquí se presenta, de concepción firme, con una sólida apoyatura en el buen dominio de la técnica que maneja. Pero sobre todo es una obra intelectualizada, que no se queda en la apariencia de las formas, que transmite mensajes y sentimientos. Los objetos de sus cuadros son solitarias referencias que esperan un ojo sensible para gozar hasta el infinito de las magníficas armonías de sus “paisajes dormidos”. Como decía Paul Klee en su Teoría del Arte Moderno “ninguna realidad dada, ni aun superior puede satisfacernos. El arte atraviesa las cosas, va más allá tanto de lo real como de lo imaginario. El arte juega sin sospecharlo, con las realidades últimas, imitando el juego de las fuerzas que han creado y siguen creando el mundo”

 

Ana Fernández

Profesora de Historia del Arte. Universidad de Oviedo

 

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DEL MAR Y DEL TIEMPO

Poemas de Aurelio González Ovies en el catalogo de la exposición.

Casa de Cultura. Aranda de Duero. 1998

 

Todo es mar dentro del hombre. A esta hora, en este extraño mundo. Es mar el amor y la duda; es mar adentro el llanto y el dolor. Lo demás horizonte, sueño. Nadie ha de llegar a tiempo a los acantilados del conocimiento. Todo es mar dentro de mí inmensamente. Mar a voces como la hora de una insinuación. Mar intempestuosa como el estadillo de un acontecimiento. Mar entre líneas como el verbo que no es preciso, como la mirada que ha dicho todo

 

Hubo un día en que para morir la palabra adios era un pájaro.

Hubo un día en que para morir los hombres se sentaban al borde de una playa. Y veían

llegar el barco. Veían llegar el horizonte. Veían su sustancia. Veían su memoria y su 

dimensión y su destino.

Hubo un día en que para morir los hombres encontraban una concha y escribían su 

nombre más del alma. Y escribían sus señas de cara al infinito. Y veían partir el barco. 

Y lloraban un poco hasta dejar atrás las olas y la arena y su lenguaje célibe.

Hubo un día en que, para morir, los hombres no soñaban todas las noches.

Hubo un día en que, para morir, los hombres no mataban ni perdían.

Hubo un día en que, para morir, los hombres cogían, por amor, alguna estrella.

Hubo un día en que, para morir, los hombres no habían merecido el dolor y la duda.

Hubo un día en que, para morir, los hombres esperaban dócilmente al borde de una 

 

Soy la memoria de la niebla

y el lento atardecer de un faro muy antiguo.

Soy el tiempo infinito

de los mensajes que nunca han de llegar

a su destino incierto.

Soy la palabra llena de costumbres,

soy el tiempo incesante y su marea en bruma

 

Dónde habrá estado la verdad tanto tiempo,

en qué riberas encontrarán sus fósiles un día,

cómo dirán entonces la palabra esperanza

 

Tiempo, infinitud, océano,

entrad en mi pecho ahora que podría encender

todos los faros de la tierra.

Entrad en mi vida ahora,

después

Será siempre muy tarde

 

Otra vez que volvamos,

no dejaremos nada en el camino, 

no cerraremos nunca nuestras puertas

y el mar no borrará la arena en vuestros  nombre

 

Tenía que deciros

que mi vida limita al norte

con los nombres propios de unos seres

que han vendido sus tierras

y se han ido.

El resto de mi geografía

da al mar y a las gaviotas

y a la conciencia donde naufrago

inexorablemente.

 

Aurelio González Ovies

Poeta

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OTRAS MIRADAS

Texto de Francisco Teodoro Fernández Cuesta en el catálogo de "Interarte90". Valencia

 

     Otros cuadros y otras miradas. El arte, lo que él representa y su auxiliado diccionario de la antiduda. Nadie parecía dudar que en aquel océano de curvas yacían palabras y sensaciones indescifrables. Su ateísmo sorbía la amarillenta luz del día  y estornudaba una colección de dolores dulces, de simultáneos alientos. Los dedos desencantaban el sueño de la razón. El color comulgaba el eclipse de las noches y de los días y era sólo cuestión  de imaginar con la mirada. Pensé en aquel hombre y le dije que era una especie de vegetal raro.

 

            Un día aquellos cuadros nos dejaron conocernos, aquellos cuadros que él había besado, que él había bañado con las algas de la imaginación y que ahora astillaban algún resorte del tablero de ajedrez. Era dulce pensar que hurtando minutos a los relojes uno pudiera inmortalizar el tiempo, paralizarlo.

 

            Cuando pensaba en una posible comprensión verdadera para entender algo, en una simple respuesta que legitimara la gramática del arte, la máquina de imaginar eruptaba párrafos conmovedores. Era el espacio en pleno orgasmo representando un jaque mate a la tentación de explicar. Por tanto, llegué a la conclusión de que la verdad no era solo  cuestión de esperar a la hora del café y con cinco licores en la recámara para desencontrar con decencia la imagen de los contornos. El discernimiento, aquí, se transformaba en raciocinio atemporal: la verdad en estos cuadros no existe, está.

 

            Agustín sueña esas formas marginadas por otros (que nunca es fácil) y manipula lo físico creando modelos en los cuales los individuos se reconocen y tienden a identificarse sin tiempo, sin condicionamientos. Otros, en cambio, hicieron de la pintura santuario de transacciones, se erigieron en espejos de la época, siguieron coagulando instantes de una realidad deformada, radiografiaron el tiempo con más tiempo, robaron el aroma de las horas y se quedaron con fracciones de minutos sin sentido.

 

            En Agustín el tiempo se detiene, tuvo la capacidad de detenerlo, minimizó su reloj de arena y extirpó la matriz del tiempo. Este desandar lo andado nos recuerda que el tiempo existe para volvernos a acordar  de que vivimos.

 

            Agustín logró dar carnaza suficiente a la imaginación, sin límites, sin coagular momentos de la realidad. Crea de este modo, el diálogo deseado: amargura-dulzura. En ese tablero de ajedrez que es su pintura, una huella de arena masturba de caricias la mirada, simplifica el juego emisor-receptor, les da espacio a las formas. El alfil duerme sobre los cuadros movedizos , el rey apenas existe y los peones se acuestan con la reina.

 

            Que sea este prólogo una ingle húmeda para la vista y un retablo de ideas perpetuas para No Entender los, sino pensar en. Con mi nutrida admiración…

 

Francisco Teodoro Fernández Cuesta

Poeta